LA LIBERTAD DEL PERDÓN

LOS PERDONADOS PERDONAN

“Soportándoos los unos a los otros y perdonándoos mutuamente si alguien tiene una queja contra otro. Así como el Señor los ha perdonado, así también deben perdonar ustedes.” – Colosenses 3:13

El Evangelio no es solo para los no creyentes; es un recordatorio constante y una fuente de libertad para nosotros, los creyentes. Tendemos a olvidarlo, por lo que predicarnos el Evangelio a nosotros mismos es vital. Necesitamos maravillarnos de la cruz, de la profundidad del perdón de Dios para nosotros, tal como dijo Charles Spurgeon:

“Tengo que postrarme humildemente al pie de la cruz de Cristo y maravillarme de ser salvo.”

Este perdón nos humilla, pero también nos libera. El Evangelio nos recuerda la inmensa gracia de Dios a través del sacrificio de Cristo y la profundidad de nuestro propio pecado, mucho mayor que cualquier ofensa que otro pueda cometer. Nuestro pecado es contra un Creador Santo e infinitamente Digno.

Entonces, al contemplar el Evangelio, nos desarman y nos encontramos sin argumentos. Nos libera del egoísmo y nos abre los ojos al lento pero seguro envenenamiento que nos inflige el no perdonar, a menudo arraigado en nuestro orgullo. Entonces somos humillados por la gracia de la cruz, que nos da poder para perdonar a los demás.

La lucha es natural, especialmente cuando hay heridas profundas o seres queridos involucrados. Podemos tropezar, pero el Espíritu Santo fomenta un deseo de perdón, que eventualmente debería llevarnos a una verdadera reconciliación.

Como cristianos, el perdón es un distintivo. Cuando luchamos, meditar en la gracia de Dios hacia nosotros y la profundidad de nuestro propio pecado nos ayuda a perdonar. El sacrificio de Cristo pagó por todo nuestro pecado, sin dejar condenación para aquellos que están en Él, incluidos aquellos a quienes nos cuesta perdonar. Se nos ha mostrado una gracia y un amor tan increíbles.

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos hizo vivir con Cristo, aun cuando estábamos muertos en transgresiones. ¡Ustedes están salvados por gracia!” – Efesios 2:4-5

Así que ora, perdona y deja la amargura. Sana y crece a partir de la experiencia. “Sean imitadores de Dios”, mostrando gracia y perdón a los demás, tal como Dios lo ha hecho con nosotros en Cristo. Porque al final del día, nosotros también deberíamos postrarnos humildemente al pie de la cruz de Cristo y maravillarnos de que cualquiera de nosotros sea salvo.

Necesitamos escuchar el Evangelio todos los días, porque lo olvidamos todos los días. – Martín Lutero

Escrito por Antonio Salgado